Dejando
aparte las acciones jurídicas que tuviesen que llevarse a cabo y
que, en ningún caso, pueden considerarse insalvables, el proceso de
nacionalización de la banca llevaría aparejadas la toma de
decisiones en ciertas materias. Digo que en ningún caso pueden ser
consideradas de insalvables puesto que es la soberanía nacional lo
que está en juego, el buen gobierno de la nación y la prosperidad
de sus ciudadanos.
Por
partes.
Como
decíamos, la principal virtud de un banco es el ser motor de la
economía nacional. En el caso de la banca privada, lejos de lo que
creen muchos, su principal función también es esta, con
independencia de la legítima obtención de beneficio para sus
accionistas. La concesión que da el Estado a los bancos para la
realización de esta actividad tiene como contrapartida el que la
sociedad en su conjunto se beneficie de la posibilidad de conseguir
crédito para su desarrollo económico a precio razonable y sin caer
en la usura ni en la estafa. Si alguna de estas dos circunstancias se
diesen, es potestad del Estado nacionalizar un servicio que en manos
privadas no reporta beneficio alguno a la sociedad, antes bien la
daña. Es el caso en el que nos movemos y escándalos sobre el
particular saltan a diario a las primeras páginas de todos los
diarios.
El
Estado puede por tanto tomar dos decisiones: puede dejar que los
bancos sigan estafando a los ciudadanos y a la nación en general, y
puede decidir tomar cartas en el asunto y nacionalizar las empresas
de crédito. Lo que no puede de ninguna de las maneras es tomar las
riendas para socializar las pérdidas y, una vez puesto al día el
banco en cuestión, saneado y rentable, ceder la explotación de su
beneficio a un particular y, sobre todo, si este particular era el
gestor del banco previo a su rescate.
Nacionalizado
un banco, sería coherente pensar que, en libre competencia, ningún
otro banco privado pudiera dar crédito más barato ni ofrecer
condiciones más ventajosas que el propio banco nacional. Pero si lo
hubiese no hay porqué pensar que no pudiese obtener beneficio con su
actividad, sin duda, mucho menor que el que ahora obtiene. De tal
manera que, si la prestación del servicio puede ser atractiva para
un banco, no habría impedimento para su presencia. Sería la ley de
mercado, la ley de la oferta y la demanda, la que haría que una
empresa cualquiera decidiese financiarse a través de la banca
pública o de la nacional. Y, supongamos, que, con el tiempo, la
banca privada no viese beneficio alguno para operar en España,
¿dejarían de tener por eso las empresas necesidad de financiación?
Creemos que no. Y creemos de igual manera que no pasaría nada porque
en España hubiese un sólo gran banco nacional, como lo es el Sareb,
pero en bueno.
Muy
bien, ya tenemos nuestro 'Banco Nacional' (lo llamaremos así por
comodidad) operando, dando crédito y financiando proyectos
empresariales que producen beneficio a empresas y particulares,
generando empleo a través de la actividad económica relanzada y
revitalizada, ocupando todos los sectores económicos del país.
Produciendo, produciendo y produciendo. Cubiertas las necesidad
propias de producción, un país como España, rica en todos los
sentidos, en todos los ámbitos, rica también en el genio de sus
empresarios y de sus trabajadores, se vería en la necesidad de
exportar sus productos y, tal vez, otras capacidad de nuestro 'BN'
sería necesaria que entrase en juego. Pero eso será materia de otro
artículo.
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